martes, 15 de mayo de 2012

El mundo en sus brazos


Medir el mundo, eso hace. El hombre sin rostro lo abarca entero con los brazos. Los estira desde los hombros -son elásticos e increíblemente ágiles- y rodea la superficie de la tierra. Como no tiene boca, nadie puede ver que sonríe, y eso que lo hace achinando sus ojos invisibles. Tampoco hay nadie cerca que le diga “no lo hagas, no lo cojas así” y por eso él lo coge y lo pone del revés. “Ahora sí” se dice, como para adentro, el hombre sin rostro, sin mover la boca que no tiene. “Ahora sí”.
Y entonces, justo en ese instante, el cielo se llena de agua salada. Una superficie de plancton incandescente y el mar se cubre de pájaros buscando el sur. Las nubes ahora son arrecifes con formas de aves prehistóricos y un astronauta camina sobre la superficie de las olas. Justo entonces, eso es lo que ocurre. “Ahora sí”, vuelve a decir el hombre sin rostro. “Ahora yo seré el dueño de este mundo sin memoria” y al decirlo se queda quieto un momento; los zapatos llenos de agua salada, la habitación completamente húmeda.
(Patricia)

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