martes, 15 de mayo de 2012

Lo he dejado


He dejado de fumar. Mi tos tan profunda y quejumbrosa como los recuerdos de las tardes en casa Pablo. Fumábamos mucho. También hablábamos de literatura, de política; parecía que podíamos arreglar el desorden humano con nuestras impertinentes frases. Mi marido, mi gran compañero, quizás era el más respetado. Hablaba con la voz de la experiencia, con la humildad del que ha conocido la penuria de la condición humana. He dejado de fumar por fin, de aspirar por la garganta el humo venenoso. He dejado de escuchar a Pablo, de desearle, de recordarle, de aspirar sus gestos, de admirar su figura recortada en el marco de la ventana iluminada por el sol de la tarde. He dejado de fumar. Lo juro. Lo he dejado.
(Mayo Belzuz)

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